Jan Ehrenreich
“El destino me llevó por caminos diversos. Nací en una familia germanoparlante que vivía en Checoslovaquia. Durante mi infancia, nunca se me habría ocurrido que en mi vida vería tanta desgracia y sufrimiento, que pasaría por el campo de concentración en Terezín. A pesar de que el terror que veía me devoraba por dentro, el que quería sobrevivir el gueto, tenía que entorpecer sus sentimientos y trabajar mucho. Después de la guerra me solía encontrar con personas que también sobrevivieron, solíamos recordar lo que vivimos y a menudo llorábamos. Les decía que no solo lloramos, pero que mediante lo que contamos sobre los terrores y las humillaciones, pero incluso sobre cómo logramos sobrevivir, podemos comunicarle al mundo lo que vivimos.
Muchas veces en mi vida no tuve éxito, pero siempre me levanté y seguí adelante. El fracaso es una oportunidad, que los puede fortalecer.
En el año 1946 tuve la oportunidad de estudiar un año en Inglaterra. Estaba entusiasmado. En Checoslovaquia se hacía cada vez más fuerte el proletariado y la posibilidad de poder largarse era algo refrescante. Inglaterra fue para mí un mundo totalmente diferente, en el aire se olía el entusiasmo y la euforia por hacer nuevas cosas.
Después de un año de estudios tenía que volver. Sin embargo, en la oficina de inmigración habló en mi favor uno de los jefes en Tesco, en el que solía trabajar en mi tiempo libre. Podía entonces quedarme en Inglaterra por más tiempo. Después de los acontecimientos en febrero de 1948, cuando subieron al poder en Checoslovaquia los comunistas, ya no estaba obligado a volver.
Después de unos años en Tesco decidí independizarme. Los inicios no fueron fáciles. Trataba de negociar con todo con lo que se podía, pero los ingleses son conservadores y no querían hacer negocios con alguien quien no era inglés. Una vez, abatido, sentado en un bar de Paddlington se sentó a mi lado Nabi, un negro amable y bien vestido. Nos quedamos charlando y después de un rato me dijo que busca a un suministrador de ropa usada a Nigeria. Gracias a que en Londres tenía muchos contactos, intuí la oportunidad y le dije que le iba a ayudar. Así fundamos juntos una compañía.
Toda África estaba hambrienta por la ropa de segunda mano proveniente de Gran Bretaña y el negocio iba creciendo de una forma increíblemente rápida. Después de unos años empezamos a organizar a partir de la ganancia una colecta para África. Pero no queríamos darles simplemente dinero, porque temíamos de que acabaría en estructuras corruptas. Entonces empezamos a apoyar proyectos concretos en los que participaban los aborígenes. Durante una decena de años fuimos capaces de establecer escuelas, pozos, instituciones sanitarias o proporcionar subvenciones para estudiar en toda Europa.
Inglaterra fue para mí un mundo totalmente diferente, en el aire se olía el entusiasmo y la euforia por hacer nuevas cosas.
Yo y Nabi nos retiramos hace unos años del ámbito comercial y actualmente disfrutamos del descanso. Sin embargo, la patria natal la recordamos con nostalgia: le deseo mucho éxito y democracia. ¿Y qué es lo que le recomendaría a la generación joven? No teman arriesgarse e intentar salir hacia adelante. Muchas veces en mi vida no tuve éxito, pero siempre me levanté y seguí adelante. El fracaso es una oportunidad, que los puede fortalecer. Y no se fíen de los demás, solo de sí mismos. Yo con esta actitud logré bastante y estoy feliz y agradecido por ello.”