Anna Schablingová Langen
«Me llamo Anna Schablingová Langen y nací el 18 de marzo de 1914 en Poběžovice u Domažlic. Con mi familia nos mudamos a Praga cuando tenía quince años. Allí conocí a mi primer amor y me casé, pero nuestra vida tranquila se acabó con la ocupación de Checoslovaquia por los nazis. Mi padre y mi marido eran judíos y toda nuestra familia fue deportada a Terezín. A mi marido lo fusilaron los nazis en Terezín delante de mis ojos. Con el resto de la familia fuimos trasladados a Auschwitz. Al final el infierno del campo de concentración lo sobreviví solo yo y mi hermana.
Cuando volví a Checoslovaquia me casé por segunda vez, pero dentro de poco, en el año 1946, la situación política y la amenaza de la subida de los comunistas al poder nos obligaron a emigrar. Con mi marido nos fuimos a París, donde nos intentó contactar varias veces la policía checoslovaca. Nos amenazaban con que confiscarían nuestra propiedad e insistían en que volviéramos. Pero nosotros no íbamos a regresar. Partimos a Chile, donde mi marido fundó una destilería. No fueron, sin embargo, buenos tiempos ni siquiera allí. Cuando Salvador Allende tomó el poder, perdimos la destilería y tuvimos que huir nuevamente – esta vez a Alemania. Las penurias debilitaron la salud de mi marido y en poco tiempo murió.
A mi marido lo fusilaron los nazis en Terezín delante de mis ojos. Con el resto de la familia fuimos trasladados a Auschwitz. Al final el infierno del campo de concentración lo sobreviví solo yo y mi hermana.
A los 65 años me casé por tercera vez. Mi marido, igual que los dos anteriores, provenía de una familia judía de origen checo-alemán y dirigía un hotel en Florida. Después de todas las desgracias, en los Estados Unidos por fin fui feliz.
Había momentos en los que ansié regresar a Checoslovaquia, aunque fuera solo por un momento; ver de nuevo el lugar en el que nací, mi amada Praga… Pero durante el régimen totalitario no fue posible, claro está, y cuando empezó la revolución de 1989, no estaba segura de que las condiciones y sobre todo las personas que me hicieron daño podrían cambiar por completo de un día a otro. Además de ello – la vejez y las enfermedades, entonces lo mejor era olvidarse.
Por eso me quedé tan sorprendida, cuando me llamaron de la República Checa personas que conocían mi historia y además afirmaban que la propiedad nacionalizada me iba a ser devuelta. Pensaba que eso nunca pasaría, ni siquiera mis amigos estadounidenses lo creían posible, pero al final una parte de la propiedad confiscada me fue devuelta. Para mí eso como si fuera una pequeña satisfacción moral y financiera, aunque, claro, un poco de amargura seguía acompañándome.
Ahora estoy segura de que ya no volveré a la República Checa. Pero le deseo de todo corazón a su joven república que se vaya desarrollando de una forma exitosa, y que haya cada vez más personas jóvenes, eruditas y honestas que la guiarán hacia el tipo de democracia que conocí yo aquí, en los Estados Unidos.”
Anna Schablingová Langen murió el 15 de agosto del 2003. Su país natal no lo llegó a ver nunca más.